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Rituales y costumbres para recibir el Año Nuevo en Japón

Escrito por el 31 diciembre, 2018

Monjes budistas ensayan las campanadas de Fin de Año (Foto Kyodo)

Los ritos festivos para recibir el Año Nuevo en Japón comienzan antes del 31 de diciembre cuando se realiza una exhaustiva limpieza de todos los rincones de la casa y el negocio para espantar a los malos espíritus.

También toca cumplir con otras tradiciones como la de enviar una postal de Año Nuevo («nengajo») a prácticamente todos los conocidos, lo que hace que ésta sea una época de febril actividad en las oficinas postales de todo el país.

Millones de nipones recibirán este año entre decenas y cientos de «nengajo», la mayoría decorados con el Jabalí que corresponde a 2019, ya que Japón, pese a cambiar el calendario lunar por el gregoriano en 1873 y celebrar la llegada del año el 1 de enero, aún conserva el zodiaco chino.

EL MOCHI

Aún es típico en los hogares, sobre todo en el ámbito rural, preparar en estas fechas el «mochi» (pasta de arroz), cuya elaboración tradicional consiste en colocar arroz glutinoso hervido en un mortero y golpearlo con un gran mazo de madera mientras otra persona lo voltea y lo riega con agua.

El resultado es una pasta que se consume durante los primeros días de enero, y que es tan pegajosa que de hecho constituye una de las principales causas de mortalidad en estas fechas debido a la gran cantidad gente que se asfixia con ellas.

La pasta también se emplea para hacer el «kagamimochi», un gran pastel de «mochi» endurecido que normalmente se coloca en el altar sintoísta de la casa, y que luego se rompe y se come el 11 de enero.

Con el hogar reluciente, el arroz bien aporreado y los «nengajo» enviados, pueden comenzar las preparaciones para el «omisoka», el último día del año.

EL OSECHI

Antiguamente esta fecha se empleaba para preparar los ingentes y variados menús que todos los miembros de la familia consumen a partir del 1 de enero, básicamente porque la tradición de origen chino consideraba tabú cocinar durante los tres primeros días del año.

Por eso mismo, los platos incluidos en estos festines, que pueden incluir desde judías negras dulces hasta pescado al vapor, estaban pensados antaño, cuando los refrigeradores aún no existían, para durar varios días en óptimas condiciones.

Las especialidades que incluye el «osechi» (la comida de Año Nuevo) varían entre las regiones del país y muchas tienen algún tipo de simbolismo.

De este modo, las huevas de arenque («kazunoko», en japonés) se comen en muchas casas en año nuevo porque antiguamente se creía que deparaban la llegada de descendencia numerosa, ya que uno de los ideogramas con los que se escribe la palabra suena igual que «número», mientras que «ko» significa niño.

Por otro lado, era típico comer «tazukuri», sardinas cocinadas con salsa de soja y azúcar, con la esperanza de que ello trajera cosechas abundantes, puesto que era común emplear los ejemplares jóvenes de este pescado para abonar los arrozales.

Hoy cada vez son menos los hogares que cocinan en casa estos menús, que se pueden comprar ya preparados en tiendas y restaurantes y que ya no tienen por qué incluir solo especialidades niponas tradicionales.

LA CENA DEL 31

El 31 de diciembre se cena «toshikoshi soba», un tipo de fideos de trigo sarraceno que se consumen en torno a la medianoche y cuya inusual largura simboliza el paso de un año al otro y también longevidad.

De hecho, muchos consideran de mal agüero dejar algo de este «soba» en el plato.

LAS 108 CAMPANADAS NOCHE VIEJA

Superada la medianoche muchos optan por vestirse con sus mejores ropas tradicionales para visitar, antes del amanecer, un santuario sintoísta o un templo budista, donde se cumple con el ritual de joyano kane, que son las campanas de Noche Vieja. Se hacen sonar 108 veces para librar a los feligreses de los 108 defectos, o pecados, humanos que concibió Buda.

107 campanadas empiezan a sonar poco después de las 23 horas y la última se escucha cuando el reloj marca la medianoche y el inicio del nuevo año, libres de esos defectos, como la ira, la envidia, los celos, los malos deseos, entre otros que se dejan en el «año que acaba de terminar».

Es costumbre ir a la playa o a una montaña para contemplar el «hatsuhinode», el primer amanecer del año, como símbolo de renovación del espíritu para el año que acaba de empezar. (Súper Tokio/Agencias)


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