Coachella, el festival musical del lujo, la moda y los selfie
Escrito por supertokio el 14 abril, 2019
Si existiera un paraíso para los hípsters probablemente se parecería a Coachella, un festival perfecto para la era de los selfis y en el que la música solo es una excusa para disfrutar de gastronomía de lujo y otros placeres VIP no aptos para todos los bolsillos.
Artistas como Childish Gambino, Janelle Monáe o Rosalía descorcharon el viernes un evento que se celebra en el desierto californiano en dos fines de semana de abril consecutivos (del 12 al 14 y del 19 al 21) y cuyo programa incluye a otras figuras como Ariana Grande, Tame Impala, J Balvin o Bad Bunny.
Pero aunque este festival es algo así como un oráculo para determinar que música está de moda, el festival va más allá de los conciertos para ofrecer lo que muchos asistentes denominan “la experiencia” de Coachella.
La oferta gastronómica es uno de los grandes reclamos de un evento en el que no es nada raro ver a muchísima gente comiendo y pasando el rato mientras en los siete escenarios la música no descansa.
Los “foodies” (comidistas) pueden optar este año por pupusas, arroz coreano, sandwiches japoneses, ramen, helados veganos, tacos, paella y kombucha, por mencionar solo ejemplos de la zona general.
Y es que si fuera un videojuego, pasar o no la siguiente fase de “la experiencia” de Coachella depende no de tus habilidades para superar enemigos sino de cuánto estés dispuesto a gastar en la aventura.
El abono normal para tres días costaba 429 dólares, pero el pase VIP ascendía a 999 dólares.
Con esta entrada prémium hay acceso a propuestas gastronómicas diferentes como unos cócteles muy musicales: el Rage Against The Coconut, con ron; o el The Cure All, con tequila.
Si eres VIP también puedes visitar áreas apartadas del jaleo como el Rose Garden, un jardín donde los rosales, las estatuas y las fuentes rodeadas de césped reposan bajo las palmeras de California.
Pero hasta en los VIP hay clases: Outstanding in the Field propone cenas de lujo por 225 dólares el cubierto.
Este festival, donde una barra sirve 40 tipos de cerveza artesanal y otra está consagrada solo al whisky, se conjuga en primera personal del singular, no porque la gente vaya sola sino porque es imprescindible el selfi y el “estoy en Coachella” en las redes sociales.
La célebre noria de la entrada, la torre multicolor Spectra, el cohete H.i.P.O., y el astronauta de Poetic Kinetics prometen ser sensaciones en Instagram con la naturalidad impostada que dan los mágicos filtros de imagen y los cientos de intentos para la foto perfecta.
La plaga de selfis fue comentada incluso por Childish Gambino, quien pidió, a un público que reaccionó con cierta molestia, que se dejaran los móviles tranquilos durante su concierto.
El alojamiento tampoco responde a los estándares habituales de los macrofestivales, ya que si bien hay camping (125 dólares por puesto) el glamour de Coachella invita a opciones más exclusivas como “Safari Tent”, una tienda cinco estrellas para dos personas que cuesta 9.500 dólares.
Con muchos famosos e “influencers” entre el público de un evento que en 2018 acogió a 99.000 personas cada día, las marcas tampoco desaprovechan la oportunidad de estar en Coachella.
Así, Google presentó una colaboración de Pixel 3 con Childish Gambino, Heineken ha montado un pequeño minifestival en el recinto con The Roots y De La Soul como estrellas, y Amazon y Postmates permiten encargar productos y recogerlos directamente dentro del festival.
Desde Ciudad de México viajaron Alejandro Flores, Pepe Rivas y José María Flores para celebrar en Coachella que este último se va a casar.
“Hemos estado aquí un par de horas y llevamos pasándola en grande. Conociendo amigos, conociendo gente, la música… La verdad es que lo engloba todo. Estamos muy contentos y es el primer día de tres, entonces como que te deja con ganas de más”, dijo Alejandro, hermano del novio.
Mientras que Pepe, con la sabiduría que le da que este sea su tercer Coachella, se ajustó milimétricamente al guion de “la experiencia”.
“El festival, aunque no sepas qué artistas van a venir, es una experiencia totalmente diferente a todos los festivales (…), en la que realmente no importa quién está tocando sino que ves la gente de otros países que viene, las culturas que hay… Realmente sí te llena mucho”, afirmó. Efe